Estadio Corregidora: Más cercanos a gorilas que a humanos

Estadio Corregidora: Más cercanos a gorilas que a humanos

Escribe: Noé Ixbalanqué

El filósofo alemán Ernest Cassirer establece que la capacidad simbólica del hombre, es decir el desarrollo de la inteligencia y la sensibilidad humana que lo separa paulatinamente de su ser animalesco (entre ellos la violencia irracional), es la más elevada mostración del espíritu que lo ha llevado a crear arte, poesía, ciencia y otras grandezas humanas y solamente humanas.

Para ello, Cassirer propone dimensiones geológicas del lenguaje o niveles de la expresión humana, que determina de alguna forma el grado de evolución del ser en lo general (la humanidad y la sociedad) como en lo particular (la persona), esto especialmente en la mente.

Lo ocurrido ayer en el estadio Corregidora de Querétaro es una lamentable muestra del grado de deterioro de esta mente humana a nivel social y personal, pues es evidente que estamos ante el nivel expresivo básico del hombre, llamado por Cassirer lenguaje mímico, ese que se origina en el instinto y nos relaciona con el mundo animal (gestos y gesticulaciones) que retrocede a las personas que lo exhiben al nivel primate, inhibiendo las acciones controladas por la inteligencia y la sensibilidad hacia el otro como ser humano.

En este nivel, es casi imposible articular una oración completa y mucho menos alguna que refiera a lo que hay más allá de lo evidente. A este nivel, se emiten sonidos guturales como gruñidos y bramidos y algunos monosílabos. El lenguaje corporal se constriñe a la exhibición de la fuerza física en señal de poder, como lo hacen muchos mamíferos, y se organizan en manadas como instinto de supervivencia. No hay una muestra mínima de capacidad racional o de criterio, eso que solamente tenemos los humanos, o como afirmara el sociólogo francés Gabriel Tarde a finales del siglo XIX: “la muchedumbre no piensa”. Ayer vimos a manadas de primates pelear por un territorio donde lo humano estuvo ausente.

Lo ocurrido ayer en el Corregidora también nos muestra el lamentable grado de expresión básica en la insuficiencia ontológica, en términos del gran pensador Eduardo Nicol, que se satisface con violencia y muerte. Satisfacción que rebela los bajísimos niveles educativos y formativos que tiene la sociedad mexicana desde hace décadas.

Y por último, rebela también la incapacidad hermenéutica al exhibir la ausencia del otro como un ser como uno, e interpretarle desde esa postura para comprenderle. Esta pobreza hermenéutica es la responsable de la sociedad de cristal, misma que se manifestó violentamente ayer en el estadio. Pobreza a la que ha contribuido la gestación del fanatismo por parte de la cultura de masas organizada y mantenida por los medios, plataformas de la industria cultural.

Lo ocurrido ayer en Querétaro no es privativo de ese evento “deportivo” (realmente es un evento de la industria cultural para las masas) ni de un sector de la sociedad, sino que refleja la verdad de la sociedad mexicana, entre otras. Querer reducir esto a la maniqueísta idea de “víctimas y victimarios”, a la inmadura idea que saber “quien tuvo la culpa” o a reducir ésto a una lectura política solamente, es confirmar el bajo nivel simbólico en que vivimos la realidad nuestra.

La violencia irracional de ayer, propia de manadas de primates, es la que está latente en nuestra sociedad en otros ámbitos lejos del fútbol: en la política, en la alimentación, en nuestra la relación con los animales, en la religión, en la idea de género, en la clase social, en el color de piel, en el origen, en el territorio, en la música o en la movilidad, entre otras actividades humanas. La intolerancia a la diversidad, a aceptar y respetar al otro como diferente pero al mismo tiempo como igual, parecería ser la verdadera vocación de la sociedad actual.

Triste, desolador y preocupante lo que somos en realidad.

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